Puerto de la Cruz, corazón marinero

CULTURA

Puerto de la Cruz, corazón marinero

Chicharros, lapas, cherne, cabrillas, abadejo… ¿Puedes olerlo? Puerto de la Cruz es mar y pescado fresco; una tierra bañada por un océano generoso, que durante siglos ha  abastecido de vida a sus gentes. Elevamos el ancla. ¡Nos vamos de travesía!

 

Al abrigo del refugio pesquero a los pies del Valle de La Orotava, a principios del siglo XVI, fue tomando forma el pequeño pueblo de entonces apenas 50 habitantes. Por su muelle no solo fluyeron mercancías sino también ideas. La Ilustración entró por este caladero al igual que por él salieron las cajas de fruta y los vinos malvasía hacia la corte inglesa. Hoy, el Muelle sigue rezumando salitre y devoción marinera y es el protagonista de cientos de historias cada día; escenario para las faenas de la pesca, para el encuentro, para las citas y hasta para la fiesta.

 

Si quieres vivir el Puerto de la Cruz más auténtico, debes visitarlo en el mes de julio, cuando se celebran las Fiestas del Carmen. Miles de personas -devotos y curiosos- acompañan cada año a la imagen de la Virgen en su procesión por tierra y mar.

 

Mientras, te animamos a pasear por una de las arterias principales del corazón marinero de esta ciudad: la calle de Las Lonjas. Aquí se ubicaba la mayoría de las lonjas de pescado que abastecían a la ciudad. Nace en el extremo este del muelle, en la esquina donde se eleva, desde 1620, la Real Casa de la Aduana.

 

La Casa de la Aduana es una joya de la arquitectura portuense, hoy utilizada como Oficina de Turismo (sí, aquí puedes hacerte con un buen mapa) y sede del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl MACEW. Durante siglos, la casa jugó un papel principal como punto de encuentro de comerciantes y personajes de la burguesía más liberal de la isla.

 

Unos pasos más adelante se encuentra la Cofradía de Pescadores Gran Poder de Dios. Una organización sin ánimo de lucro que representa y asesora al sector pesquero y que cuenta con una veintena de barcos en activo. Por cierto, El Gran Poder de Dios es una imagen de Jesucristo pensante que se encuentra en la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia.

 

En el primer piso del mismo edificio está el Restaurante La Cofradía; un buen lugar para degustar la gastronomía canaria, en una terraza con vistas al muelle y, por supuesto, con pescado fresco-fresquísimo. Si te decides por esto, acompáñalo con unas sabrosísimas papas arrugadas con mojo y con un vino de la Denominación de Origen Valle de La Orotava.

Siguiendo por nuestra calle, a pocos metros, verás la pequeña “Capilla Las Lonjas”, que data de 1891 y que está dedicada al Santo Madero. No es la única de este tipo; por toda la ciudad hay diseminadas numerosas capillas que se decoran con ramas y flores en fiestas. Esta, en concreto, se construyó con el dinero cobrado a los marinos que venían a pescar en las costas de África.

La serpenteante calle de adoquines -antes “mercado de intercambio” de pescado y otros productos-, termina donde se abre, en todo su esplendor, la plaza de Europa y el Ayuntamiento. Pero antes, en la esquina, toca pasear nuestra mirada por un buen ejemplo del patrimonio arquitectónico doméstico de Canarias: la Casa Miranda.

Justo enfrente de la casa, en la plaza, puedes ver el busto dedicado a Francisco de Miranda -político, militar, diplomático, escritor y humanista considerado como «El Primer Venezolano Universal», que la habitó, junto a su familia, en el siglo XVI.

Por último, y para terminar de tomar el pulso a la historia de esta parte de la ciudad, recorre lo que se conserva de la antigua Batería de Santa Bárbara -escaleras y parte del muro-, anexa a la Plaza de Europa. Se construyó para defender el Puerto Viejo de piratas y corsarios. Además de esta, se conservan hoy otras dos fortificaciones: el Castillo de San Felipe y el fortín de San Telmo.

Seguro que a estas alturas ya comprendes un poco mejor el carácter del portuense; abierto, generoso, sencillo, hablador… Sin embargo, no dejes de dar un paseo consciente por el barrio marinero de La Ranilla, en el lado opuesto del muelle. ¡Eso sí es un buen chapuzón oceánico!

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